17 abril 2021

Son todos iguales.

Juan metió las dos rebanadas de pan en la tostadora. Se frotó un ojo a la vez que intentaba ordenar un poco los dolores de su cabeza. Las risotadas de sus amigos se juntaban con el ron añejo y los labios de la morena, que aún parecían besarle. Miró el reloj, ya habían pasado las dos de la tarde. No quería volver a la habitación. Se sentía culpable y no quería recordarlo ahora. Prefería fingir, al menos por un momento, que estaba solo. Tenía tiempo de sobra. Julia, su mujer, ahora estaba en Barcelona por trabajo y no volvía hasta el miércoles. 

El miércoles. Faltaban tres días. Podía desayunar plácidamente y luego ya vería que hacía con la noche anterior.  Ahora se sentaría en el sofá muy tranquilo, con sus tostadas, su mantequilla, su cafecito con leche. Un poco de zapping. O mejor aún, aprovecharía a mirar los episodios de Dexter que tenía postergados por culpa de Julia. ¿Y si llamaba? Dexter tal vez no era una buena idea para relajarse. No había pensando en la llamada de buenos días de Julia, y era muy posible que llamara de un momento a otro. Estiró el brazo para coger un estuche azul y cuadrado de la estantería. De hecho es raro que no hubiera llamado ya. Abrió la caja de los discos y saco el que ponía “Mad Men 3”. Pero lo dejó todo arriba de la mesa y se levantó. Cogió su móvil. Ni llamada, ni mensaje. Eran ya las dos y media. No tardaría en llamar.

01 marzo 2021

Ocho días



Lunes 21

Y entonces la muy rubia va y me dice “Me enervas con tanta positividad”. Yo la miré con cara de no entender de qué me hablaba. Bueno no sé qué cara puse realmente, pero me entendió. Que se había pasado. Y pidió perdón levantando la mano sin decir nada, que es la disculpa de los engreídos. De todas formas, cogí el móvil y atendí una llamada inventada y con la misma me volví a mi sitio. Realmente me cansa esto de los desayunos. Una pérdida de tiempo, 40 minutos de charlas que a nadie le interesan con gente que no interesa. Y encima, no soy libre de ventilar mi negatividad de lunes por la mañana. Que te den, Miss Felicidad,  a ti y a tu maravilloso, estupendo y ficticio fin de semana. Y ahora es cuando tu harías ese comentario redondo con el que empezaríamos a reírnos de mis rabias de lunes, la rubia y los desayunos estériles. Pero no. No estás. Entonces me estiro en el sofá y me pongo los cascos.


Martes 22

Abro el portátil, abro Spotify le doy al play y me meto en Tinder. Lola ha dejado un mensaje. La del tatoo-sol en la espalda. Se ve muy guapa en las fotos, se nota que las ha elegido cuidadosamente. “No busco nada, solo estoy aquí para asegurarme de que no me pierdo nada. No es necesaria sinceridad absoluta.” Me ha encantado su descripción, pero la he vuelto a leer varias veces y me ha dejado pensando. Y no me he atrevido a preguntarle. Podría ser una descripción muy trabajada o varias frases sin sentido para parecer interesante. Como si de pronto en un bar pone un cartel: “Café con leche ahora con azúcar”. Bueno no sé si es un buen ejemplo. “Estás por ahí?” dice. Y yo me voy a la cama. No le contesto, no estoy de ánimo. Cierro la app y queda solo la música. Y me quedo mirando el fondo de pantalla. Una de nuestras mejores fotos. Llena de alegría. Debería cambiarlo. Poner mi antiguo fondo negro. Era perfecto.


Miércoles 23

Me he traído el ordenador y la cerveza a la terraza. Siento a El Negrito acomodarse lentamente junto a mis pies, buscando la mejor posición. Apenas se puede mover apenas puede girar. Él no parece sufrir pero yo sufro viéndolo. Mi sicólogo dice que sufro porque me proyecto en él, que él no sufre tanto como yo viéndolo. Realmente sufro porque sé que queda poco. Y no quiero pensar. Pero pienso. Cojo el libro que está debajo de la mesilla. Píldoras Azules. Lo abro y leo la dedicatoria. Dos años exactos. Solo dos años. ¿Cómo pueden pasar tantas cosas en dos años?. Y ahora no logro que pasen ni los minutos. Miro el reloj de la pared, el segundero se mueve muy lentamente, como El Negrito. Como yo. Es tarde y apenas llega el sonido de una moto a lo lejos.


 Jueves 24

Salí de terapia con hambre de hamburguesa del VIPS. En la mesa de al lado. Una chica morena de pelo muy largo con un niño en brazo y frente a ella un chico bastante guapo. Me quedé mirando al niño. Era un niño muy feo, la verdad. El chico dijo algo como “que guapo tan gordito”, pero no sonaba totalmente sincero, la madre le hizo un gesto para que lo cogiera. Él dudó, pero lo cogió cuando la madre insistió. Pero cuando el niño se vio en nuevas manos, su carita se transformó y soltó agudos, solo perceptibles por perros. Lloraba con todas sus fuerzas. Me quedé largo rato observándoles. 

Era nuestro juego. Adivinar las historias que se nos cruzaban. Parecía una primera cita, incluso me atrevería a decir, que a ciegas, aunque el niño no me cuadraba para nada. ¿Quién lleva un niño a una primera cita? Pedí la cuenta y volví a casa en mi bici disfrutando de las calles semidesiertas.

 

Viernes 25

Cine Verdi, otra vez. Ese olor inconfundible. Me sentía extraña allí sola, pero tenía que cruzar la línea. Pequeñas mentiras sin importancia. En París sin cambiar de barrio, decías tú. Mi mano busco tu pierna y se quedó acariciando la butaca. Cuando aparecieron los créditos del final me quedé un rato mirando la pantalla, sin secarme las lágrimas. Sintiendo como se deslizaban por mis mejillas. Tal vez necesitaba este momento mucho más de lo que pensaba. Me quedé sola en la sala.


Sábado 26 

Rocío. 35 años. Quedamos directamente para las copas. Y fue una buena idea. Necesitaba una noche así, hablando y riendo como si nos conociéramos de toda la vida. Me arrastró a bailar cuando sonaron los primeros acordes de Boys Don't Cry. Y tuve que besarla. Es que esa canción me encanta, y el alcohol. Que siempre que me apoya en esas decisiones. Y sentirla tan cerca, y su olor. Sabes que tienes que hacerlo. ¿Por qué los tíos tardan tanto en besarnos? Bueno, son tíos.

Las niñas somos diferentes. Y en el instante del beso volvió Isabelle. Como si estuviera esperando estos 2 años para volver. Aunque aquel beso de primeras con Isabelle, fue extraño, confuso, me besó y me quedé mirándola pensando ¿Qué coño haces? No me lo esperaba. No me esperaba eso de mí. 

Anoche todo fue natural, incluso ya en su portal cuando las caricias ya no eran superficiales. Pero no pude subir a su piso. Me miró mientras me abrochaba la camisa, sin decir nada. Caminé sin rumbo pensando en las curvas que tiene la vida. Recordé a mi madre sentada en el sofá, cuando yo tenía 18 años, y me veía salir con mis ganas de fiesta. Cuídate, no seas tan egoísta. Son esas frases que te quedan grabadas para siempre.


Domingo 27

Lo malo de levantarse a las 2 de la tarde un domingo es que el lunes está a los pies de la cama mirándote. Y El Negrito se ha meado por toda la casa. Pero es mi Negrito y el único que siempre está conmigo.

No me apetecía ir a lo de Rubén, pero fui, necesitaba un poco de porteños lindos. Me encantan, pero a veces son tan cansinos con sus chácharas de mercadillo. Cardiólogos del alma, sicólogos del corazón. Tacto, oído, olor, los sentidos emocionales. Me voy a Argentina cambiando solo de barrio.  Che loca, ¿estás de viva qué no venís a vernos? Hace mil años que no encaras pa'casa de los pobres.  Si, es que al final me hacen reír y me lo paso bien. Otro aire. Viento del sur. Y Rubén, que siempre me devuelve el brillo a los ojos. Un bombón, made in Lanús. Con él descubrí que los argentinos siempre follan por amor, amor de toda la vida, o amor de una noche, pero amor. Me abraza y otra vez me siento una niña.


 Lunes 28  

Lunes falso, domingo duplicado. A veces te sorprendes descubriendo cómo has cambiado a través de las personas que se han cruzado en tu vida. Rubén, me atrapó con su mirada y su caja de música infinita. Hay cosas que no voy a olvidar. Mago de las palabras. Me hacía sentir viva, única, la frutilla del pastel. “Yo soy porque nosotros somos.” Me decía y me quedaba loca. Luego vinieron otros pero Rubén siguió ahí en mi piel, imborrable.

Muchos hombrecitos después, cuando ya creía que con 29 años lo sabía todo, me despierto en una cama diferente, más suave, pero más enredada. Isabelle. La cara B de un disco que nunca terminas de escuchar. Y me encantaba cruzar en rojo los semáforos y bailar con Paloma San Basilio y reíamos hasta caernos al suelo borrachas de alegría. La puta alegría que siempre dura lo justo.

Y ahora estoy aquí con el disco rayado. Y lo hago rodar, y se queda tambaleándose entre la cara A y B. Y yo me quedo mirando el sol que entra por el balcón. Cojo mi cerveza y me apoyo mirando la gente pasar. Ahora empieza el verano y apetece hacer la loca y no atarse. Libertad libertad . ¡Si! Me pongo el pantalón y me bajo a la terraza del Musaranya con El Negrito, los dos felices. Un libro, una cervecita y a no quemarse la cabeza con nadie. ¡Eso!

Miro a El Negrito que me mira con su cabeza apoyada en mi pie.

Cojo el móvil, abro el WhatsApp, no hay mensajes nuevos. Cierro el móvil y acabo la cerveza de un sorbo. Acaricio al Negrito y vuelvo a coger el móvil mientras mi cabeza encaja 2 piezas en un tetris imaginario ¿Rocío dijo que libraba los martes?

26 diciembre 2020

No tengo la menor idea.


Marcela se colocó junto a su novio al final de la larga cola del control policial del aeropuerto. Observó los carteles que dividían la entrada. Europeos y no europeos. Los europeos pasaban enseñando sus pasaportes casi sin detenerse y tan felices. Del lado de los “no”, estaban ella y su novio y largas filas llenas de caras de preocupación. Metió su mano en el bolsillo. Acarició la tapa de su pasaporte. Completamente nuevo, sin usar, hacía apenas una semana fue a buscarlo llena de ilusión.  Pero ahora, por más que buscaba, no veía su ilusión por ningún lado.

–Voy al baño –le dijo a su novio señalando los lavabos cercanos.

–No tardes.

Cogió su mochila y se fue sin responder. Se metió en el de mujeres y buscó uno libre. Cerró la puerta. Bajó la tapa y se sentó. Sacó el pasaporte y lo cogió con sus dos manos. Lo puso frente a ella y se quedó con la mirada fija en él. Alguien golpeó la puerta pero ella no respondió. Siguió con la mirada fija en las letras doradas con el nombre de su país. Apenas hacía unas horas se reía, y lloraba, con Jimena, con Mariana, con Alejandra. Ahora, aquí, encerrada, en un baño de un país sin amigos. “Por favor nena, cuíidate. Te quiero mucho” le dijo su madre en el último beso. “Te quiero mucho” dijo ella también. Y se dio cuenta, en ese momento, de que no se lo decían nunca. O casi nunca.

Se puso de pie y levantó la tapa del váter. Hizo lo que tenía que hacer. Después tiró de la cadena. Cogió su mochila y salió. Su novio estaba esperándola con la mirada. Con la mirada agria. Esa mirada que se le clavaba en el pecho y le ahogaba. Esa mirada que les separaba. Como los carteles.

–¿Por qué tardabas tanto?

–Es que…

–¿Qué pasa?

–No encuentro el pasaporte. –dijo temblando en la voz.

–¿Qué? ¿Como que no lo encuentras?

–Que no lo encuentro… –repitió llorando.

–¡No! No puede ser. No puede ser, Marcela. Mira que te lo dije. ¡Lo sabías! Sabías que era lo más importante.

Javier se tapó la cara con las dos manos intentando calmarse y pensar en algo. Respiró hondo. La abrazó y la llevó hacia unos asientos lejos de las cabinas de la policía.

–A ver… con calma, no llores. Vamos a sentarnos aquí y buscamos bien.

–Ya he revisado la mochila, el bolso, la ropa, todo. Y no está.

–Pero tiene que estar en algún sitio, Marcela. No puede haberse evaporado. Recuerdas dónde lo llevabas por última vez?

–Lo he perdido. Lo he perdido.

–Recuerdas dónde lo llevabas por última vez? –insistió su novio.

–No -contestó ella.

–Tienes idea de dónde puedes haberlo perdido?

–No, no tengo la menor idea.

14 diciembre 2020

Historias de Bomberos

Corrí y corrí hasta la esquina pero sólo pude ver cuando el camión de bomberos ya se iba. Me quedé mirando hasta que se hizo chiquito. Casi tan chiquito como el que yo tengo. Y puse los ojos, así, casi como cerrados para poder verlo hasta que sólo era una estrellita. Pero roja, claro. Eso no me servía para nada. De lejos ya estaba cansado de verlos. Cuando pasan rapidísimo con todas esas luces rojas girando. Y la sirena, con ese ruido que hace tan fuerte. Que es para avisar a la gente, sobre todo a los que son un poco sordos. Que no están de broma y que dejen el camino libre. La policía también tiene sirenas, y los médicos, pero son muy diferentes. Yo creo que soy el único que, si me dejan escuchar con tranquilidad, sé cuando son los bomberos y cuando no.

Pero ya ni sirena, ni estrellita roja, ni nada. Ya se perdieron de vista. Que rabia no salir antes. Me parece que mi madre es demasiado miedosa conmigo. Pero yo no soy miedoso como las niñas. Otro día mejor salgo disimulando, como cuando vinieron las amigas de mi madre. Salí y no dije nada, y mi madre ni se dio cuenta. La próxima vez hago eso, porque a mí me emocionan mucho los bomberos y mi madre creo que no lo entiende. Por ejemplo cuando oigo que hablan de un incendio en la tele, voy como una bala al salón. Pero enseguida me enfado. Porque los periodistas son tontos, van y le preguntan a dos señoras que no saben nada. ¿Por qué no le preguntan al bombero, que es el que más sabe de incendios? Y en dos minutos ya se ponen a hablar de fútbol o de política, que es lo que más le gusta a mi abuelo.