Corrí y corrí hasta la esquina pero sólo pude ver cuando el camión de bomberos ya se iba. Me quedé mirando hasta que se hizo chiquito. Casi tan chiquito como el que yo tengo. Y puse los ojos, así, casi como cerrados para poder verlo hasta que sólo era una estrellita. Pero roja, claro. Eso no me servía para nada. De lejos ya estaba cansado de verlos. Cuando pasan rapidísimo con todas esas luces rojas girando. Y la sirena, con ese ruido que hace tan fuerte. Que es para avisar a la gente, sobre todo a los que son un poco sordos. Que no están de broma y que dejen el camino libre. La policía también tiene sirenas, y los médicos, pero son muy diferentes. Yo creo que soy el único que, si me dejan escuchar con tranquilidad, sé cuando son los bomberos y cuando no.
Pero ya ni sirena, ni estrellita roja, ni nada. Ya se perdieron de vista. Que rabia no salir antes. Me parece que mi madre es demasiado miedosa conmigo. Pero yo no soy miedoso como las niñas. Otro día mejor salgo disimulando, como cuando vinieron las amigas de mi madre. Salí y no dije nada, y mi madre ni se dio cuenta. La próxima vez hago eso, porque a mí me emocionan mucho los bomberos y mi madre creo que no lo entiende. Por ejemplo cuando oigo que hablan de un incendio en la tele, voy como una bala al salón. Pero enseguida me enfado. Porque los periodistas son tontos, van y le preguntan a dos señoras que no saben nada. ¿Por qué no le preguntan al bombero, que es el que más sabe de incendios? Y en dos minutos ya se ponen a hablar de fútbol o de política, que es lo que más le gusta a mi abuelo.
Juli, que es mi mejor amiga, me dijo que una vez en casa de su padre vio una película que era la historia de un equipo de bomberos. Y que el final era muy emocionante pero un poco triste. Yo nunca vi esa película. Pero ella me la contó toda. Yo lo que vi una vez, fue un programa sobre la vida que llevan los bomberos Y te mostraban todo lo que hacían en un día entero. Por ejemplo cuando estaban muy contentos jugando a las cartas, justo justo en ese momento sonaba una alarma y tenían que dejar la partida sin terminar. Entonces muy rápido se ponían el uniforme, que es el que les protege del fuego, y se bajaban resbalando por un tubo muy largo que los llevaba hasta el parking de los camiones. Ellos nunca usan escaleras porque si no llegarían siempre tarde.
Creo que ya se va a hacer de noche, mejor voy a buscar a la Juli antes de que mi madre salga a buscarme. Ahí viene otra vez el viejo. Ramón, creo que se llama. Es raro o un poco raro. Siempre está dando vueltas por el barrio con un bastón amarillo.
Espero que hoy la dejen salir, a la Juli. Porque la madre es un poco tiquis y parece que siempre está como preocupada. O nerviosa. A mí, esa madre, no es de las que más me gustan. Creo que siempre me mira de forma un poco intrigante.
El viejo se ha quedado parado al lado del portal de la Juli. Parece como si me estuviera esperando. Espero que no me diga nada. Yo me hago como que ni lo veo.
- ¿Estás buscando a tu novia? -me preguntó cuando me subí al escalón para llamar al timbre de la Juli.
- No es mi novia -le contesté sin mirarlo, con la voz que pongo cuando estoy enfadado con mi padre.
- La que han montado los colegas por nada -dijo el viejo sin moverse de donde estaba. Yo me puse a mirar para otro lado como si hubiera algo super interesante pero sólo para disimular. Y volví a llamar al 2ºC que es el de la Juli, pero nadie contestaba. Parece que hoy era mi día de mala suerte.
- Antes no montábamos estos jaleos -dijo el viejo haciendo señas con el bastón.
- ¿Qué? -le pregunté porque no entendía lo que me quería decir.
- Que cuando yo era bombero no montábamos la de Dios, por tonterías.
- ¿Usted fue bombero?
- Si, hijo, fui bombero durante 20 años y aquí estoy.
- ¿Y por qué ya no sigue de bombero?
Él no me contestó. Se quedó muy callado. Con una mirada como de persona triste. Yo no quise preguntar más nada. Y tampoco sabía que más decir. Sólo me quedé mirándolo y pensando si tal vez quería que lo dejara solo.
Pero de repente empezó a hablar. Y me contó de cuando empezó a ser bombero, y también de su padre, que era un bombero mayor. Y yo le dejé que contara porque eran cosas muy interesantes para mí, sobre todo las de su padre que parece que era un bombero muy valiente. Y seguro que cada noche aunque llegara muy cansado de salvar vidas se lo contaba todo a su hijo.
El viejo no paraba de hablar y yo estaba allí como una estatua sin decir nada. Porque no quería interrumpirlo. Pero en un momento, otra vez se quedó callado. Muy callado. Hasta que dijo:
- Bueno, me tengo que ir.
- Yo también quiero ser bombero -le dije antes de que se fuera- pero tengo un problema, mi padre trabaja en un banco.
Me miró con una sonrisa como la que pone mi abuelo cuando le pregunto cosas difíciles y me dijo:
- Tú serás un buen bombero.
Yo lo miré, para ver si era una broma de esas que hacen los mayores. Pero yo creo que decía la verdad.
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