Jueves. ¡Joder! si, es jueves. No puedo seguir así. Y ya son las 10.. Parece tan fácil a la mañana. “Hoy me vuelvo a casa directo del trabajo” Pero luego, me lían estos cabrones. Y yo soy el que tengo que aguantar la cantinela de Julia. Bueno, Julia y sus amigas. Sé que son ellas las que le llenan la cabeza. Cada semana la misma historia, seguro que se pasa todo el día hablando por teléfono con esa Nuria, y la otra, que nunca me acuerdo como se llama. Tampoco sé, para que me quiere en casa, si no hay nada que hacer. Hablar, dice. A mi me gusta hablar con mis colegas pero es que es hablar con Julia, es enredarme en un montón de frases incomprensibles. Y es que veo a sus amigas en esas frases, son ellas hablando. “Una pareja necesita hablar y muchas otras cosas que tu mente de orangután no podrá entender en la vida” ¿Orangután?. ¿Otras cosas que no podré entender? Al menos en la cama no se puede quejar. No sé, si eso también se lo cuenta a las amigas.
Giro la llave en la puerta y está todo en silencio. No sé si eso será bueno o malo. Malo, sin duda. Está en su habitación. Veo la luz por debajo de la puerta. Camino despacio, en la oscuridad. Está hablando con alguien. Me quedo frente a la puerta, aguantando la respiración. No me lo puedo creer. No. Espera.