19 septiembre 2006

Arena de Valizas




Todos los días caminaba por la orilla de la playa de Valizas, me encantaba sentir el agua fría de la mañana en los pies. Una de esas mañanas descubrí unas huellas extrañas. Era casi primavera y poca gente se veía por Valizas, sin pensarlo seguí el rastro, sentía curiosidad por saber donde iban, pero no pude saberlo, desaparecían sin llegar a ningún lado, como si la persona se hubiera evaporado. Bueno tal vez el viento borrara el resto, no lo sé, tampoco me detuve a pensarlo demasiado. Al volver vi cerca de las huellas algunas palabras sueltas escritas en la arena. Cuando yo era pequeño también hacia eso, escribía palabras para que la gente que pasara leyera mi mensaje. Regresé a donde había descubierto las primeras huellas y también empezaban de la nada, como si la persona hubiera salido del agua o algo así. No sé.

Día tras día se repitió lo mismo, otra vez las huellas. Curioso investigaba donde me llevaban, cada día cambiaban su recorrido pero tampoco llevaba a ningún sitio, es decir se desaparecían sin más como las del primer día. Pero lo que más curiosidad despertaba en mí eran palabras que siempre aparecían en algún momento del camino, palabras sueltas, a veces frases, o algún dibujo incluso, y estaba convencido (no me pregunten porque) que iban dirigidas a mí. Pensé que tal vez algún niño escribiera aquello y luego se escondía para verme buscando aquellas palabras. Me hacía gracia aquel juego.

Un día luego de mi ya rutina de búsqueda no encontré las huellas, di varias vueltas y no había ninguna huella por ningún lado. El niño se habrá cansado o su familia habrá terminado sus vacaciones.
Me fui a desayunar y me descubrí desilusionado, los últimos días me levantaba ansioso de ver que nuevo mensaje había con las huellas. Incluso imaginaba que encontraría a quien lo escribía o algo así.
Cuando terminé el desayuno, baje otra vez a la playa, desde lejos vi que estaban las huellas de todos los días, corrí ansioso con una sonrisa en el rostro. Me sorprendí de mi alegría.
Recorrí desde el inicio hasta el fin las huellas, y nada, ni una palabra,
hice varias veces el camino de ida y vuelta. Ni rastros.
Ni una palabra Ni una letra. No podía ser.
Me tire en la orilla del mar y lloré
como hacia años
que no lloraba.

1 comentario:

Cristina Crisol dijo...

Qué cuento más requetelindísimo, Che...