06 junio 2010

Podría Estar Bien

Marta se apresuró a coger el móvil al mismo tiempo que se encerró en el baño.
-¿Qué ha pasado? –preguntó preocupada.
-Nada cari, que me he encontrado, ¿sabes a quien? ¡a El Bauer! y ahora nos vamos a beber unas birras con Juan a ver que nos cuenta este hijoputa.
-¿Qué dices, Miguel?
-¿Vosotras que hacíais?
-¡Te estábamos esperando, cojones!
-¡Joder Marta, yo que iba a saber que me iba a encontrar con El Bauer!


-¿Y no podías haber llamado?
-¿y que estoy haciendo, lista?
-Pero si íbamos en tu coche.
-No sabes las pintas que me lleva este
-¿¡Quién!?
-¡El Bauer! ¿Me estás escuchando, Marta?
-¡Que te den!
Marta colgó y el móvil se le cayó al suelo de la rabia, lo levantó y con la misma lo  apagó. Salió del baño, roja. Vergüenza y enfado se mezclaban en su cara. Sentadas en su cama, sus amigas María y Laura, esperaban superpintadas y perfectamente arregladas desde hacía un buen rato.
-Que al final no puede venir a buscarnos -dice Marta furiosa.
-¿Como que al final? ¡habíamos quedado que íbamos en su coche! –replica María.
-¿Y ahora cómo vamos a Barcelona? –pregunta Laura
-Yo que sé tía, cenamos aquí en el pueblo y luego vemos.
-Joder, ¿en el pueblo? ¡planazo!
-Tienes que mandar a tomar por el culo a ese niñato de los cojones. Te tiene comido el coco y tu siempre detrás de él como una perrilla.
Marta se sentó en la cama y se tapó la cara con sus manos, apoyándose en sus rodillas. Sus amigas se miraron y ya no dijeron nada y se sentaron, una a cada lado.
-No llores niña, que ese gilipollas no se lo merece. –dice Laura acariciándole la cabeza.
-Y tú vales un montón, tía –agrega María
-Oye, Mary, y si le pides el coche a tu madre?
-Hombre, podría ser…-contesta María convenciéndose -si le explico la movida, seguro que se enrolla.
-Pues venga, llámala que seguro que te lo deja y así salimos de este pueblo que apesta.
De camino a Barcelona terminaron de recuperar a su amiga. A las 10 en punto estaban cenando como estaba previsto. Entre pizzas y cervezas se pusieron al día de las últimas noticias en sus respectivos trabajos. Aunque siempre había poco que contar, ellas a todo le sacaban brillo. Esa clienta pesada que nunca esta conforme con el corte de pelo, “El pelo le crece señora, pero su cara no tiene arreglo. Te juro que un día se lo digo”. O el jubilado que paga todo con monedas de veinte céntimos, “Y siempre le falta una, pero yo la pongo, que me da pena” O la jefa que a última hora te da para fotocopiar un informe de trescientas páginas, “cuatro copias dice encima la muy puta”.
En los postres decidieron su plan de ruta. Al rato ya estaban en el Merlín bebiendo y riéndose a carcajadas. Pasando de todo el que se les acercaba. “Es que estoy con mis amigas”. Era la excusa pero también era verdad. Aunque había excepciones. Un chico que observaba a Marta desde hacía rato, se le acercó. Una sonrisa seductora. Atractivo. Y un físico muy interesante. Para empezar alcanzaba. Y para terminar porque al poco rato ya sus bocas se habían dado el si. Y no tardaron en pasar al coche. Marta sabía que allí debía poner límites. Sus amigas no tardaron en venir a rescatarla para que la cosa no fuera a más. La cosa funcionaba así, si a un tío le “dejabas hacer” la primera noche eres una puta y ya no lo ves más. Si en cambio, te vas dosificando cita a cita, le estás dejando claro que tu no estás regalada. Esto siempre que le veas perspectiva al asunto.
Ya de regreso al pueblo comentaban sus respectivos ligues.
-¿Y como se llama el tuyo? -preguntó Laura a Marta.
-Javier.
-Si, le pega, me gusta.
-Le diste tu móvil?
-No no, ni loca, no quiero líos.
-Joder tía, porque no? olvídate del puto Miguel de los cojones -dijo María con su ímpetu habitual.
-Pero si te ha metido los cuernos más de una vez. ¡Y con la Jeny! Y mira que es fea la cabrona.
-Si, niñas, si sé que tenéis razón, pero no me gusta estar sola, no sé.
-Tía, pero si tu puedes estar con el tío que quieras, eres muy guapa. ¿Cuantos se te acercaron hoy?
-Pero si los tíos van a todas.
-No no, van a por las guapas... o si no pueden con las guapas, se van con las guarras. –sentenció María y rieron las tres exageradamente.
Entrando en el pueblo decidieron fumarse el último porro junto al polígono. Antes de llegar pasaron por delante una casa que conocían muy bien. A pocos metros de allí, en un descampado, estaba el coche de Miguel.
-No me digas que el tontopollas... -empieza María sin atreverse a completar la frase
-No me lo creo, tía, otra vez.
Marta en el asiento de atrás se quedó callada. Recordaba perfectamente cuando hace 3 meses lo pillaron allí mismo. Era la casa de Jennifer. La Jenny.
-Esto no queda así, este pájaro se va enterar...  -dijo Laura combativa
-¿Y si le jodemos el coche? -improvisó María
-Si, si, aparca por aquí y vamos nosotras dos y se lo llenamos de mierda.
-Tu quédate aquí, Marta
-Mañana cuando lo vea se va a quedar tó loco.
Marta otra vez no dijo nada. Solo las miró como se alejaban. Salió del coche con pereza. No tenía fuerzas, ni ganas de nada más. Se iba a casa. Quería estar en su cama tapada hasta la cabeza. En ese preciso momento, llegó un SMS a su móvil. En su cara iluminada por la pantalla del móvil se dibujó una sonrisa. “m ncanto conocrt. t aptc qdar mñana? javi”. Se quedó mirando el mensaje por unos segundos y sin pensarlo comenzó a teclear la respuesta. Su dedos se movían de prisa  pero no le convencía nada de lo que escribía. Borró y volvió a empezar. Por fin leyó lo que había escrito y le dió a enviar, convencida. “si. podria star bn.”

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